Monday, 14 March 2011

UNA ENFERMEDAD CULTURAL

(...) La falta de tiempo (por el culto a la velocidad, la aceleración de los ritmos, la compartimentación de la vida cotidiana, la dilatación de los trayectos que se recorren cada día en las aglomeraciones urbanas, la centralidad del trabajo asalariado y de un ocio mercantalizado, etc ) se han convertido, en los paises del Norte ricos del planeta en algo así como una enfermedad cultural -que tiende a contagiarse al mundo entero-. Un dicho africano señala que todos los blancos tienen reloj, pero nunca tiempo.

(...) "El Socialismo cuesta tardes libres" se quejaba Oscar Wilde. La democracia tiene esa misma dimensión temporal: lleva tiempo, mucho tiempo. El tiempo necesario para el contraste de pareceres, el uso público de la razón, el debate libre, la formación de consensos, la revisión de las decisiones, la exigencia de responsabilidades: la calidad de éstos procesos es incompatible con la prisa. Las sociedades donde la gente no tiene tiempo no pueden permitirse la democracia.

Dicho sea de paso: ésa es una de las razones del antagonismo profundo entre capitalismo -con su impulso hacia la constante aceleración -y democracia. Sin olvidar nunca que sin democracia en las fábricas y oficinas y campos, sin democracia en los centros de trabajo, no hay democracia. Y que sin democracia para decidir sobre la investigación científica y el desarrollo tecnológico, en este nuestro mundo de potencia tecnocientífica creciente, no hay democracia.

En nuestra hispania "democracia de baja intensidad" se dice que la gente no tiene el tiempo necesario para una participación política más activa, sin la cual no podemos pensar en avanzar hacia una mayor calidad democrática; ni tiene tiempo para un cultivo más hondo de las relaciones humanas, para el cuidado de las personas, para el crecimiento cultural o el florecimiento de las artes. En definitiva, la gente casi no tiene tiempo para la vida, pero sí tiene tiempo para permanecer más de tres horas diarias ante la pantalla del televisor. 

(...) El "capitalismo cultural" desarrolla una elaborada estrategia para secuestrar el tiempo de la gente, lucha por ocupar el máximo de tiempo posible de conciencia de cada individuo con contenidos prefabricados. Pero para vivir una vida humana digna necesitamos espacios vacíos: tiempo para la meditación, para la contemplación, para el silencio. (...)

(...) De manera que la lucha por el tiempo de nuestra vida, por la reconquista del tiempo secuestrado, es un combate cultural y político por convertir el "tiempo libre" de la industria del ocio en verdadero tiempo liberado, y el tiempo enajenado del trabajo asalariado en tiempo con sentido.

Jorge Riechman (2004) "Gente que no quiere viajar a Marte: Ensayos sobre ecología, ética y autolimitación" p.199-219.

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